Romina Escárate y Fernanda Rojo, profesoras encargadas de los establecimientos de Gala y Melimoyu, respectivamente, compartieron la experiencia educativa que han llevado junto al profesor encargado de Puerto Gaviota Juan Aravena, de preparar y vivir un Campamento Escolar.
Un nutrido plan de trabajo preparado por ellos previamente, delineó el itinerario diario: caminatas, visita a invernadero, actividades de buceo, armado de carpas, cantos y juegos, comiendo juntos al aire libre, cuidando de la Tierra y mucho más.
Hasta Melimoyu concurrieron los estudiantes de las Escuelas Madre de la Divina Providencia -Puerto Gala- y Nuestra Señora de la Providencia -Puerto Gaviota-, para participar de la iniciativa, donde fueron recibidos por la Escuela de Melimoyu. La actividad se llevó a cabo entre los días 11 y 15 de diciembre, llegando hasta Melimoyu por mar.
La profesora de la Escuela de Melimoyu Fernanda Rojo nos relata: “El campamento, diseñado para estrechar lazos y desarrollar habilidades sociales, fue un rotundo éxito. Los niños y las niñas participaron activamente en diversas actividades educativas que pusieron el foco en valores fundamentales como el compañerismo, el respeto y la solidaridad. Como profesora multigrado puedo decir que estas vivencias promueven el desarrollo integral de todos los estudiantes”.
En contexto de zona aislada, niños y niñas necesitan socializar. Relacionarse con personas distintas fortalece la propia identidad y sentido de ser; no sólo las comunidades educativas se benefician, también se fortalecen las comunidades locales, que ven cómo la interacción entre chicas y chicos va fortaleciendo la cohesión y el vínculo intergeneracional. Vivir en lugares apartados es bello, pero no es sencillo, así que ir armando espacios de encuentros resulta ser una oportunidad de sentir la magnitud del reto.
Romina Escárate docente de la escuela de Puerto Gala, emocionada cuenta: “Desde el reencuentro, el encuentro, el abrazo, el amor, la contención, la locura, desde la pasión y la fuerza, desde allí nace, ésta ahora más que la idea, “Campamento del Litoral”. (…) el clima no fue muy amigo por esos días, pero a nadie le importó, nada ni nadie podía apagar nuestra llama, estrellas brillantes que sueñan y creen, eso era cada mirada, cada sonrisa, cada palabra de nuestros estudiantes, tan difícil de describir, pero tan fuerte de sentir, que en lo personal no hay nada, nada, nada que pueda igualar la felicidad de un niño y eso cuesta describir, en realidad es algo que simplemente no puedes, tienes que vivirlo, sentirlo, vibrarlo y dejarlo que fluya”.
Son estas experiencias, de placer y felicidad intensa las que activan aprendizajes significativos. Sumado al contexto de naturaleza viva, el horizonte formativo de las escuelas, así, se amplía, porque, a la lección diaria del profesor o la profesora, se une la interacción e indagación fuera del espacio habitual. Estas experiencias suelen ser inolvidables, una reserva de memoria corporal y anímica que va forjando a un ser humano integral.
Esta experiencia de trabajo colaborativo representa uno de los frutos del trabajo del Microcentro de Escuelas Rurales El Litoral. Se espera seguir con iniciativas como estas e incorporar a todas las escuelas que componen el Microcentro El Litoral: Amanda Labarca, Raúl Marín Balmaceda y de Repollal, de la isla de la Melinka.